VENEZUELA
Cómo salió Venezuela de la hiperinflación y qué significa para la golpeada economía del país
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Venezuela ha registrado cuatro meses consecutivos con una variación de inflación mensual de un solo dígito.
Cuatro años y dos reconversiones monetarias después, Venezuela sale del ciclo de hiperinflación en el que se encontraba desde 2017.
El Banco Central de Venezuela (BCV), la institución público bancaria del país, dio a conocer el sábado las cifras de inflación: según el Índice Nacional de Precios al Consumidor, la variación intermensual de precios en diciembre fue del 7,6%.
Esto significa que Venezuela ha cumplido exactamente doce meses con una variación por debajo del 50%, considerado por los expertos como el umbral de la hiperinflación.
Y no solo eso, sino que además Venezuela lleva ya cuatro meses consecutivos con una variación inflacionaria de un solo dígito. La inflación en septiembre de 2021 fue de 7,1%, la de octubre 6,8%, la de noviembre 8,4% y la de diciembre 7,6% según los mismos datos del ente emisor.
Esto no toma por sorpresa a muchas personas. El mismo mandatario nacional, Nicolás Maduro, había dicho días atrás que Venezuela había cerrado el ciclo de hiperinflación en una entrevista para el canal Telesur.
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«Yo puedo declarar políticamente, con el resultado del manejo de la inflación entre los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre, que ha sido de un dígito con tendencia a la baja, que Venezuela abandona el estado de hiperinflación», dijo el mandatario.
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¿Pero qué significa esto? ¿Y qué consecuencias acarrea para la economía venezolana, que ha tenido que enfrentar uno de los procesos hiperiflacionarios más largos de la historia moderna?
Para Luis Oliveros, profesor y economista de la Universidad Metropolitana, el fin del ciclo hiperinflacionario representa «una excelente noticia».
El experto destaca que Venezuela ha pasado por cuatro años con variaciones «que superaban el 100% y hasta más. Era (una inflación) demasiado alta», le dice a BBC Mundo.
Este ciclo había empezado en el último trimestre de 2017 cuando se registró una inflación mensual de 56,7%, superando así el umbral. Ese año, según el BCV, la inflación anual fue de 862,6%.
Pero eso no fue sino un preámbulo de lo que se avecinaba. 2018, el año en que se disparó la hiperinflación, cerro con una tasa de 130.060%; y la economía entre 2013, cuando cayeron los precios del petróleo, y 2018 se contrajo un 47,6%.
Fue a partir del primer trimestre de 2019 que el alza de los precios se fue desacelerando, registrándose variaciones por encima del umbral del 50% solo en momentos específicos.
La última vez que Venezuela registró una variación mensual por encima del 50% fue en diciembre de 2020, cuando los precios aumentaron un 77,5%. Desde enero de 2021 y hasta hoy, Venezuela no ha registrado variaciones mensuales por encima de los 50 puntos.
Economistas como Oliveros ya habían presenciado este tendencia y aseguraban que Venezuela saldría de la hiperinflación entre finales de 2021 y los primeros meses de 2022.
Sin embargo, esto no son necesariamente buenas noticias para la nación petrolera.
Y es que la de Venezuela, ya incluso sin el prefijo de «hiper», sigue teniendo hoy la inflación más alta del mundo. Según el mismo BCV, 2021 cerró con una inflación acumulada anual de 686,4%.
La inflación de Venezuela sigue siendo la más alta.
«Una variación en promedio del 7% mensual puede ser baja para el contexto de Venezuela», destaca Oliveros. «Pero sigue siendo muy alta para la inflación promedio anual de la región y del mundo».
Por poner un ejemplo, la inflación anual de Colombia para 2021 fue de 5,62% después de que diciembre registrase una inflación mensual del 0,73%, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) de ese país.
La hiperinflación de Venezuela ha sido una de las más largas de la historia moderna, superada solo por la de Nicaragua (1986-1991) y la de Grecia (1941-1945).
Venezuela cerró 2020 con una inflación del 2.968,8%, dijo el BCV.
Este proceso de hiperinflación a «inflación grave» no hubiese sido posible de no ser por un «coctel» de decisiones emanadas del gobierno central, tal como explica Asdrúbal Oliveros (no tienen relación), director de la firma Ecoanalítica.
Al igual que su colega, Asdrubal Oliveros coincide en que este cambio en la economía tiene implicaciones que son positivas pero que hay que verlas en contexto.
Con la caída de los precios del petróleo en 2013, una contracción de la economía y las sanciones impuestas por EE.UU, Canadá y la Unión Europea, la administración de Maduro aplicó una importante reducción de gastos por parte del Estado, restricciones al crédito bancario y un menor gasto en bolívares para mantener la estabilidad del tipo de cambio.
El déficit fiscal es el balance que resulta de restar a los ingresos de un Estado sus gastos. Si el resultado es positivo, ese Estado tiene un superávit fiscal. Pero si el resultado es negativo, como lo que venía ocurriendo en Venezuela, significa que se está gastando más de lo que se gana.
Maduro aseguró que Venezuela dejaba atrás el ciclo de hiperinflación.
Para 2017, el déficit público superaba el 20% del Producto Interno Bruto (PIB), el más alto de América Latina. Pero un estudio independiente de la Universidad Católica Andrés Bello lo situó en 7,9% para 2020.
Otras medidas aplicadas fue acabar con el subsidio a la gasolina (por años la más barata del mundo, más barata que una botella de agua mineral), aflojar el control de precios y abrir el mercado cambiario, que estuvo sujeto a un férreo control estatal por más de 16 años. Esto permitió más importaciones y un pequeño renacer de la industria privada.
Pero hay un punto clave en todo, y es la dolarización. Desde hace años, los venezolanos han venido usando el dólar como moneda para cada vez más transacciones.
Esto representa un balón de oxígeno para muchos venezolanos que vieron sus ingresos mermados frente a la caída de valor del vapuleado bolívar, que ha pasado por un total de tres reconversiones monetarias desde 2008 (dos desde el inicio de la hiperinflación) y la eliminación de 14 ceros.
Desde Caracas la gente asegura que el dólar llegó para quedarse. Si la imagen de Venezuela en 2017 era de supermercados vacíos, la de 2021 fue la de dólares. Y los expertos consultados por BBC Mundo apuntan que esta dinámica seguirá ocurriendo en 2022.
Bodegones, supermercados y tiendas de ropa marcan ahora sus precios en la divisa extranjera y el dólar se utiliza para casi dos tercios de las transacciones, según Ecoanalítica.
Esta dolarización tiene varias características: la primera es que es de facto ya que no formó parte de una estrategia formal del gobierno sino que fue asumida por los mismos venezolanos.
La segunda es que el bolívar no ha sido reemplazado por el dólar, por muy devaluado que esté. Y es por eso que los analistas dicen que la dolarización es parcial, ya que el gobierno mantiene la moneda nacional para, por ejemplo, pagarle a los empleados públicos o el cobro de servicios.
«Tenemos dos Venezuelas», asegura Asdrúbal Oliveros. Por un lado, una clase social que ha adoptado el dólar como moneda de uso frecuente; y por el otro una clase a la que se le dificulta el acceso a dólares y necesita adaptarse para conseguirlos como sea, explica.
La dolarización, aunque positiva en algunos aspectos, ha generado desigualdad.
«Entonces tienes que ver cuál es el verdadero impacto de la inflación», continúa. «Se le añade que tienes un incremento del costo de vida en dólares, que si bien es menor (a la del bolívar), resulta muy significativo».
«Efectivamente la dolarización ha traído desigualdad», asegura por su parte Luis Oliveros. «En esta historia hay perdedores que ahora no tienen acceso a dólares».
«Estoy atento al sector de la moneda, de defender el bolívar, los salarios, el ingreso con el carnet de la patria. Evaluar cómo ese proceso que se llama dolarización puede servir para la recuperación y el despliegue de las fuerzas del país. Es una válvula de escape. Gracias a Dios que existe».
La frase fue dicha por el propio Maduro frente a las cámaras de televisión el 17 de noviembre de 2019.
Desde entonces, el dólar ha circulado libremente de forma cada vez más evidente. Pero eso no significa que el gobierno esté adoptando una dolarización total de la economía.
Adoptar el dólar como moneda «sería el peor error» para Venezuela, dijo la vicepresidenta Delcy Rodríguez el pasado diciembre. «2022 será el año de recuperación definitiva del bolívar como moneda nacional» añadió.
Los que cobran en bolívares son los más golpeados.
Pero Venezuela sigue enfrentando desafíos importantes, dice Luis Oliveros. No solo seguir bajando la inflación sino corregir la sobreevaluación cambiaria.
«El gobierno se enfocó en que el tipo de cambio no se moviera tanto, y este prácticamente no se ha movido en los últimos cuatro meses», dice. «Pero si el tipo de cambio no se mueve sigue habiendo inflación y ahí es cuando aparece esta sobrevaluación.
La sobrevaluación genera que las importaciones sean más baratas que la producción, lo que se traduce en un desincentivopara la economía interna.
«La gran tarea es el crecimiento económico. Venezuela tuvo siete años de caída de la economía. Pero si seguimos teniendo sobrevaluación, la inflación continuará», concluye Luis Oliveros.